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ToggleEn artículos anteriores del blog hemos comentado sobre el método RICE, siglas en inglés de Descanso, Hielo, Compresión y Elevación. Este es el programa básico inicial para tratar una lesión o cirugía articular.
Sin embargo, dolores crónicos, torceduras, desgarros y otras dolencias musculares también se pueden tratar con frío, o con calor y a continuación te contaremos el efecto de ambos mecanismos y cuándo se recomienda usarlos.
El calor produce que los vasos sanguíneos se dilaten, facilitando que la sangre circule por venas y arterias. Esto mejora la oxigenación, acelera la recuperación, reduce la viscosidad de la sangre y de los tejidos conectivos densos que componen a los tendones y ligamentos, lo que reduce la rigidez y el dolor.
La aplicación del calor es uno de los remedios más antiguos que existen. Con el paso de los años y la evolución tecnológica, la terapia de calor ha evolucionado de los clásicos paños de agua caliente a tratamientos con infrarrojo, microondas o ultrasonidos.
La aplicación de calor mejora la circulación de sangre, alivia el dolor y relajar los espasmos musculares. También es muy útil para calentar los tejidos suaves que se encuentran rígidos, especialmente recomendado para pacientes con artritis reumatoide, dolores crónicos de columna o lesiones cervicales.
Es muy importante ser cauteloso con las terapias de calor ya que, además del riesgo de provocar quemaduras si se usa a temperaturas muy altas o durante mucho tiempo, también puede aumentar la inflamación si no se usa correctamente.
No debes aplicar calor sobre una herida recién abierta, ni en inflamaciones agudas, después de la actividad física, en casos de contracturas, en lesiones donde haya afectación venosa, linfática o de la circulación, o si la temperatura corporal es alta por una infección.
En casos de cirugías, únicamente se puede aplicar calor cuando ya no esté inflamada la zona, y esto vale en todo caso, ya que el calor puede contribuir a la hinchazón.
Coloca una olla con agua sobre el fuego y dejar que se caliente a unos 38°C – 45°C. Lo importante es que sea una temperatura que soportes sin que queme tu piel. Vierte el agua en una botella de plástico resistente o de silicón, o bien, moja un trapo o toalla y aplícalo poniendo un trapo adicional entre la piel y el medio de calor que uses. No dejes que pasen más de 20 minutos con el calor. También puedes usar una manta eléctrica, o bien, calentar un paño directamente en el microondas.
La aplicación de frío reduce el flujo de la sangre, adormece la piel, disminuye el dolor, la inflamación y los calambres musculares. Por ello, se recomienda aplicar inmediatamente después de una lesión o golpe, con el fin de evitar que se forme un hematoma. Asimismo, puedes aplicar hielo después una actividad extenuante o que provoque desgaste físico.
En general, se puede aplicar frío en casos de dolor, inflamación o espasmos en caso de luxaciones o torceduras, desgarres articulares, golpes e incluso se recomienda en casos de inflamación localizada como bursitis, quistes en ganglios o tendinitis.
No debes aplicar frío inmediatamente después de hacer una actividad o ejercicio físico, ni en casos en las que el área afectada esté adormecida o esté involucrado un nervio. Asimismo, si hay pérdida de sangre, lesiones de vasos sanguíneos, coágulos de sangre o una herida abierta que no ha cicatrizado, en casos de quemadura, urticaria o piel con ampollas.
Existen muchas formas de aplicar hielo como medida terapéutica. Puede ser un baño de hielo en una tina o cubeta, o bien, un masaje con hielo en la zona afectada. Para este último, puedes inflar un globo con agua y congelarla para, posteriormente cortar el globo y aplicar el hielo sobre un paño o toalla para que no lastime la piel.
En áreas grandes de dolor puedes aplicar bolsas con hielo o compresas frías. Por ejemplo, en casos de tensión muscular, tendinitis de hombro, espasmos en el cuello o espalda.
¡Sí! A esto se le conoce como baños de contraste y consiste en alternar calor y frío en una misma sesión, que puede durar alrededor de 30 minutos. Coloca una compresa de agua caliente por unos cinco minutos y altérnala por una de hielo por un minuto.
Este cambio repetido estimula la circulación de sangre, lo que ayuda a reducir la inflamación, aliviar la rigidez y el dolor.
En general, la aplicación de calor y frío, así como los baños de contraste se recomiendan en muchos casos, ya sea de lesiones deportivas, accidentes, enfermedades crónicas o como parte de la recuperación de una cirugía.
En todo caso, ante una lesión, accidente o padecimiento crónico, te recomendamos acudir con un médico a valoración para que te recomiende el tratamiento ideal para tu caso.
Si estás en la CDMX y sufriste una lesión musculoesquelética, el Dr. Ismael Alba es el indicado para ayudarte es especialista en rodillas y en hombro. Escríbenos a través del formulario de contacto para agendar tu cita con el ortopedista cirujano y que recibas el tratamiento adecuado a tu caso.
El Dr. Ismael Alba es Ortopedista y Traumatólogo egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Hizo su formación de subespecialidad en Cirugía Articular, Cirugía Artroscópica y Lesiones Deportivas en el Instituto Nacional de Rehabilitación (INR). Cuenta también con una maestría en Ciencias Médicas y un diplomado en Alta Gerencia y Dirección de Servicios de Salud.
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